Recetas infalibles y probadas para desestresarse. Te las comparto porque estamos en confianza.
Cuando tenía 13 años
Conozco bien el metro del DF. Mi hermanito menor está en una guardería cerca del centro y un día me toca a mí recogerlo, otro a mi hermano Luis y otro a alguien más.
Luego de tanto viaje hay que echar mano de toda clase de trucos para no dejarse dominar por el hastío. Yo, por ejemplo, observo que en el techo del vagón hay dos largas hileras de lámparas fluorescentes. Las protegen una pantallas translúcidas. Cuento los tornillos que sostienen cada pantalla; calculo cuántos tornillos se requieren en el vagón. Hay 9 vagones. Ya sé cuántos tornillos de esos tiene el tren en el techo.
Esas cuentas me dejan listo para la dicha y los sueños.
Cuando tenía 15 años
Me levanto a media mañana; mis clases son en la tarde, así que no hay prisa. La mitad de la familia se ha ido a la escuela o al trabajo, la otra mitad somos unos flojos consumados.
Me dirijo al refrigerador y lo abro; saco un huevo. Ahora voy a la ventana de la sala y la abro. Miro desde nuestro segundo piso. Arrojo el huevo; a los dos segundos se estrella en el piso del estacionamiento. Cierro la ventana. Estoy listo para el trajín del día.
Cuando tenía 20
Voy al Sanborns ya noche, a la sección de revistas. Busco las de computación y en ellas los artículos sobre la línea Commodore. No tengo para comprarla y quiero el código de algún programa que sugieren. Así que miro y miro y miro la página hasta aprenderla.
Regreso a casa. Conecto el cpu a la tv, introduzco el código que recuerdo y no funciona. Como no tengo un medio de almacenamiento permanente, todo se pierde al apagarla. Volveré al Sanborns al otro día a ver qué falló. Pero esa noche duermo a pierna suelta.
Cuando manejo solo en carretera
Canto. Si es entre marzo y diciembre, elijo una navideña. En otros tiempos, tarareo cualquier cosa. Canto fuerte. A los tres versos me he callado porque la imaginación se va lejos. En ella charlo con quien quiero, llego a otros destinos, me anticipo a mis sueños y los cumplo.
De pronto reacciono. He avanzado 10 km y no lo recuerdo. He estado manejando sin darme cuenta. Simplemente no recuerdo lo que hice en los minutos anteriores. Sin querer me he quitado más estrés de la cuenta y sé que para sobrevivir hace falta aunque sea un poquito.
Me preocupo un poco, me estreso de nuevo y ya está. Listo para volver a cantar.