24 mayo 2008

¿Era tecnológica? No, de futurología

Decir que la tecnología ha avanzado es un lugar común y una sandez. La frase se ha gastado tanto que es difícil pensar si hubo antes una era sin tecnología. Pues ésa es precisamente la obviedad, que no la hubo. La tecnología siempre la hemos tenido de compañera, así sea rudimentaria. Lo que en todo caso es nuevo es que ahora se trata específicamente de tecnologías de la información. Y más notable aún es un cambio relativamente reciente: la prisa por saber qué sigue. Los seres humanos siempre hemos sentido una misteriosa y ensoñadora fascinación por el por venir. Ahora, sin embargo, ser futurólogo es realmente accesible y fácil; y no duele ni empobrece a la gente de a pie. Mira, si hasta los de CNN se equivocan, que no le atinemos nosotros a un pronóstico es lo de menos.

Cuando aún vivía Jorge Luis Borges (muerto hace algo más de 20 años), quizás el más grande escritor argentino, ya se decía que era cuestión de tiempo para que los libros desaparecieran. Serían obsoletos, gracias a la tecnología. Error, sigue habiendo libro para rato. Y Borges lo sabía.

Es curioso que ni el papel para la vida cotidiana haya desaparecido. Las impresoras son tan comunes como tener dos teles en la casa (¿tres?); y ¿para qué quiere la gente impresoras si nadie escribe cartas y las tareas se pueden grabar en un pe-de-efe que llevas en tu uesebé? Qué raro; ahora que nadie imprime hay más impresoras que nunca y el papel se vende feliz de la vida.

El comportamiento humano sigue siendo lo suficientemente complejo como para resistirse a los pronósticos. Por eso resulta más fácil hacer películas de ciencia ficción ubicadas dos o tres mil años más adelante que ambientadas, digamos, en el 2020, que está a la vuelta de la esquina y demostrará, cuando llegue, que no le atinamos al futuro, otra vez. En cambio, ninguno de nosotros llegará a la época de La guerra de las galaxias como para desmentirla.

Con todo y tecnología moderna, la naturaleza humana sigue funcionando bajo los mismos términos. Algunos dicen que la biotecnología permite sustituir una importante proporción de órganos en el cuerpo humano. Podría uno estar hecho al 50% de acero, plásticos y materiales exóticos, pero la mente sigue el dictado de siempre. Claro, un tanto más revolucionado.

Mira lo que he escrito para ilustrar, que el cerebro está más revolucionado. Pero ésa es una imagen que se entendía mejor cuando se tocaban esos discos negros, grandes, de vinil, los famosos lp, que giraban a 33 revoluciones por minuto. Aumentar la velocidad era aumentar las revoluciones.

Quizá parte del problema de hacer pronósticos tecnológicos o de cualquier tipo, es que los hacemos en términos de lo que hoy ocurre. Usamos las palabras, la lógica, las fórmulas discursivas actuales para disfrazar los sueños con un pretendido vestido de mañana.

Me vas a decir que eso es inevitable porque, después de todo, no tenemos más lengua que la actual. O no tanto. Tal vez sea tiempo de desprenderse de los paradigmas y los axiomas y los dogmas.

Te lo ilustro.

La mayor parte del tiempo la gente que se dedica a buscar vida en otros planetas comienza por buscar agua líquida, carbono, nitrógeno y, en fin, aquello de lo que estamos hechos los terrícolas. Pero hasta recientemente se piensa en otros términos, luego de descubrir que en nuestro planeta hay formas de vida que sobreviven a temperaturas muy altas, a altos niveles de alcalinidad y otros parámetros que antes sonaban incompatibles con la vida estándar, la normal, la que estamos habituados a ver.

Pues bien, para la futurología podría ser interesante cambiar de perspectiva, mirar por otro ángulo. En lugar de preguntas obvias como si habrá robots cuasihumanos o auto voladores, podríamos reflexionar en qué cosas seguramente sobrevivirán al paso del tiempo y qué nos dice eso del modo de ser de las personas. ¿Difícil? Nomás recuerda que hay panaderías que siguen haciendo pan con leña. Y que sabe delicioso, por cierto.

Escrito como ejercicio de una revista piloto de un par de ex alumnas de Ciencias de la Comunicación. Pero, bah, quién se va a fijar que fue a parar a este rincón.

12 mayo 2008

vs. palabra vs. imagen vs. idea vs.

El evangelio dice que en el principio era el logos, la palabra, el verbo. Me alejo del significado teológico y tomo la declaración como punto de partida para echar a andar por la senda literaria. Y ahora propongo: en el principio era la palabra, pero antes fue la idea y después seguirá la imagen.

Oí que una persona sugería a unos cuentistas novatos que pulieran las palabras, que abrillantaran el idioma. ¿El consejo? El lugar común, la lectura.

Pero no estoy de acuerdo.

Los correctores y redactores pulen las palabras. El personal de oficina que hace cartas y comunicados y los abogados que redactan contratos, ellos sí miden las palabras con regla y compás. Hasta los investigadores que intentan recrear en pocas cuartillas años de experimentos y estudios dependen del rigor de sus escritos.

Los escritores no; ellos enamoran las palabras para vestir sus ideas que nacen desnudas en la mente. Un autor debe conocer bien las palabras pero no con un fin utilitario, no como herramientas de precisión, sino como vehículo de pasiones o como reveladoras de misterios. No se le exige precisión sino puntería; no rigor sino viveza.

Por eso mismo está mal el enfoque de la lectura, como estrategia para ser mejor escritor. Si se lee para ser culto, vale. Si se lee para que se nos contagie el genio de los autores del Olimpo, quizás. Pero más debe hacerse para nutrir la cabeza, llenarla de imágenes en un tráfico con choques y reacciones en cadena que hagan brotar borbotones de ideas desnudas que gritan por palabras.

El mal de estos últimos años es que las historias están hechas de meras imágenes efervescentes, que se disiparán al menor descuido; porque carecen de la profundidad que da un buen texto detrás de ellas.

El mal de estos últimos años es que los relatos están hechos de textos delgaditos que pasan la prueba del corrector de textos pero carecen de la sangre y la vida que da una buena trama.

Las buenas tramas son, en realidad, buenas ideas.