17 agosto 2007

Copiar y pegar para la vida cotidiana

La otra vez se me ocurrió salir con que el copiar-y-pegar (copy-paste, CP) en las clases carece de importancia. Y mi dicho no la habría tenido tampoco si no es que yo estaba hablando a un centenar de educadores en una ponencia sobre tecnología educativa. No se alborotó la banda, pero sí se agitaron algunas almas. Este texto es una elaboración más amplia al respecto, como apología de mi postura y también para obligarme a mí mismo a ser preciso.

Primero las definiciones.

CP no es más que el uso de la computadora para capturar contenidos completos desde un repositorio electrónico (página web, disco, usb) y crear copias fieles en otro medio… sin siquiera tener que digerirlos. El caso clásico es el del alumno que para resolver su tarea de investigación entra a monografías.com, encuentra el tema requerido, usa Ctrl+A o Ctrl+E para marcar todo el texto en pantalla, luego Ctrl+C para copiar lo marcado a la memoria y finalmente Ctrl+V para insertar ese contenido en un documento (de Word, por ejemplo), una hoja de cálculo (Excel), un lienzo gráfico (Photoshop), etc. (comandos y ejemplos del ambiente windows).

Esta es la forma digital de hacerlo, pero en realidad se trata de un procedimiento antiguo. Hace unas décadas se hacía con tijeras y pegamento. Es lo mismo, pues.

Ahora el dilema.

La cuestión es si debiera ser permitido que los alumnos hagan esto, porque no parece provechoso que un estudiante sea un simple intermediario entre el contenido elaborado por otro y la clase, con el único fin de decir que cumplió la tarea.

Y otra cuestión, si reprobamos el procedimiento, cómo podemos evitar estos burdos plagios.

Los que se preocupan de tiempo completo por estas cuestiones olvidan que éste no es un problema esencial, de fondo. Estamos hablando sólo de una forma de traernos el conocimiento. Otras serían memorizar-y-repetir, inventar-y-fingir, reflexionar-y-crear, etc.

En realidad los puntos álgidos son los extremos del proceso: uno, qué le pido a mi estudiante que busque (indague, complete, aprenda, resuelva) y dos, qué espero que haga con lo hallado (elaborado, resuelto, aprendido), o sea, el objetivo.

Respecto a lo primero debo decir que la originalidad no es la meta en la amplia mayoría de los casos. Las excepciones serían, quizás y a ratos, las artes. Fuera de ello nada nuevo hay bajo el sol. Si se trata de indagar cuándo nació B. Juárez, no se espera que el alumno haga un viaje a Guelatao a sumerjirse en las actas de nacimiento de la época. Averiguarlo ahí o en Encarta es exactamente lo mismo desde el punto de vista del cumplimiento de la asignatura.

Por supuesto que alguno está pensando (segunda razón contra el CP) que se esperaría un esfuerzo mínimo, que se vea que al muchacho le costó. Ah, en ese caso estamos hablando de un doble qué: El de la tarea en sí y el de cansarse. Ni siquiera cuando se argumenta que lo que nos cuesta trabajo se retiene más justificaría eliminar el CP, ya que una de las ideas de la educación, me parece, es ayudar al estudiante a saber cómo y dónde aplicar mejor sus esfuerzos. Pasar horas buscando a pie el año de nacimiento del benemérito no una buena forma de aplicar la energía... claro que sería diferente si hablamos de práctica, de caligrafía, de encestar la bola. Pero exactamente, sería diferente a lo que discuto aquí.

Un tercer argumento para oponerse al CP tratándose del qué de una tarea es que la aplicación de esfuerzo directo ayuda a la retención. Es decir, si yo me tomo la molestia de copiar a mano un texto, al menos me estaré obligando a pasar mis ojos por las palabras y el acto mecánico de escribir me hará leer por segunda vez conforme escribo y, en suma, el trabajo nervioso y musculoesquelético me hará retener. Si bien esto suena empíricamente razonable, ignoro si hay pruebas de la validez del método. Y aunque las hubiera, aún estaríamos iniciando el proceso, porque la intención no es retener sino comprender. La vida cotidiana también nos ofrece empíricamente la idea de que la retención es mucho mejor cuando un contenido es procesado por varias vías simultáneamente (audiovisual) a la vez que es digerido verbalmente en un ambiente de interrelaciones dinámicas. Bueno, veremos si alguien aporta pruebas en uno u otro sentido.

Ahora el segundo extremo del proceso de cumplimiento de una tarea académica: el por qué, para qué, con qué fin.

Me imagino que en este rubro es donde más se debilita la argumentación contra el CP. De nuevo me citarían la búsqueda de originalidad, la necesidad de que el estudiante haga un esfuerzo y que es necesario reforzar la retención. Y de nuevo descarto los argumentos.

En el aula no me preocupa tanto que el alumno tenga una idea nueva como el hecho de que las ideas que ya tiene sean sólidas, coherentes y consistentes. A estas alturas de la historia de la humanidad es difícil (aunque no imposible) proponer algo nuevo. La verdad es que uno elabora sobre los aportes de otros. Yo esperaría que, independientemente de lo hallado por mi estudiante (y de cómo lo halló y finalmente lo transcribió), sea capaz de argumentar al respecto y defender o criticar, según sea el caso.

Ejemplo: Pongamos que propongo una tarea con el siguiente objetivo: "Conocer y comprender los aportes de B. Juárez" y que al cabo del plazo Pedro halla en Encarta un artículo sobre B. Juárez que se fusila íntegró y sin pestañar (CP turbo, pues). Me lo entrega en el aula y yo detecto de inmediato el plagio. En lugar de sancionarlo por ello mientras premio a Catalina, que se chutó la puntada de escribir a mano la versión parafraseada del mismo artículo (o sea, el mismo contenido sólo que con "sus palabras", detalle importante parece), la reacción correcta sería hacer la digestión de las tareas para que se cumpla el objetivo. ¿Cómo? Discusión, nada más ni nada menos. Si Pedro es capaz de entender lo que copió y defenderlo o criticarlo, mientras que Catalina no, por más que tenga la mano hinchada de tanto escribir, entonces el objetivo lo cumplió el primero y no la segunda.

Claro, el problema es que muchos maestros no debaten en el aula; no les gusta, no saben, no quieren arriesgarse. Por lo que sea. No lo hacen. Entonces, de más está que los alumnos hagan excelentes o pésimas tareas, si no son digeridas, da la misma.

Tampoco es relevante el esfuerzo hablando de cumplir objetivos. Me gusta más la idea de aplicar esfuerzo al debate que al copiado. Bueno, alguno está a punto de saltar pensando que me pescó, y va a decirme que para estar preparado para el debate, bien informado, hay que esforzarse en investigar. Claro, de acuerdo. Pero volvemos al principio. La investigación no tiene que hacerse a pie. Si se logra estar bien informado haciendo CP, entonces vale.

Cierro esto considerando las implicaciones para la vida cotidiana.

Está más que dicho que hay un desfase entre aula y cotidianeidad. Los instrumentos del centro laboral, por ejemplo, no son los mismos que los usados en el aula. En ésta se evalúa con exámenes escritos y reactivos de opción múltiple, mientras en la realidad se nos evalúa con trabajo, prática, resultados, productos. Respecto al CP puedo decir lo mismo: En la vida real todas las disciplinas tienen extensas áreas en las que se realizan tareas rutinarias, para las que copiamos y pegamos: materiales, procedimientos, reportes. Nadie se escandaliza; al contrario, se espera que muchos de nuestro hacer sea estándar y que concentremos las energías en lo esencial, en lo aspectos creativos.

El ejemplo que me gusta es el del plomero. No me importa si compró tubos estándar, que alguien le armó la tubería, que otro le dijo qué hacer y que él vino sólo a pegarla. Si el resultado es satisfactorio, le pago y hasta lo recomiendo.

¿Qué opinan?

14 agosto 2007

Cuéntame una (buena) historia

He leído por ahí (cosas de teatro y cine, quién puede saberlo) que toda buena historia gira en torno a un conflicto. Aunque las variantes son infinitas, los conflictos básicos son unos pocos.

Se me ocurre por ejemplo el caso del hombre bueno cuya familia sufre de pronto una tragedia (Pepe el Toro en Nosotros los pobres). Se pregunta entonces si la vida es justa, si su proceder honesto vale la pena. Y ahora, ¿qué hará? ¿se dejará vencer? ¿huirá? ¿pagará con la misma moneda?

Tenemos también el dilema del sistema judicial, presionado por la ley a liberar a un reconocido criminal porque carece de las pruebas formales. O al revés, que descubre que tiene al inocente y que liberarlo implica que el pueblo pierda la confianza en el sistema (Sacco y Vanzetti). Una variante, también de la vida real, es el dilema de Rommel de quitarse la vida con honor, dejando a salvo el nombre del Führer, o rebelarse, poniendo en peligro a su familia, sabiendo que de cualquier forma morirá.

O están las campañas de liberación en las que su costo excede la del objeto liberado (Rescatando al soldado Ryan).

Y está el sacrificio de los kamikaze que mueren para que la vida sea posible.

Las fuentes del conflicto son la vida, el amor, el honor, la verdad, la justicia, el poder y otras pocas más. Y en esencia se trata de elegir, en decidir cómo se han de resolver el o los dilemas que han creado las propias personas, las circunstancias, la naturaleza o la dimensión sobrenatural en la que se crea.

Pienso que las buenas historias que nos cuentan en el cine intentan o hacernos reflexionar en torno a la naturaleza del conflicto, aunque no sea resuelto o su resolución sea secundaria (El séptimo sello, Platoon) o narrarnos el proceso de resolución, que desconocemos (Sexto sentido, El bueno, el malo y el feo) o llevarnos hasta recuperar de nuevo el equilibrio con un buen final, aunque conozcamos o adivinemos el proceso (Deep impact).

Las malas historias, por consiguiente, no tienen o no plantean bien el conflicto, el dilema a resolver. Y es que aunque lo haya el espectador no se siente parte de él, le resulta intrascendente o inverosímil. Hollywood tiene n películas como esas. De las recientes tenemos Shooter, cuya línea argumentativa es tan predecible que uno puede avanzar tramos de 5, 10 o 15' sin perderse nada. El drama del protagonista no es sicológico sino propagandóstico; no hay una reflexión mínima en torno al pozo en el que ha caído y su escape de él carece de verosimilitud. Igual que 300, la película se sostiene sólo por el frenesí de la acción y la llegada de los créditos finales es un alivio.

Claro, no todas acaban en dramas o tragedias. Ahí tienes por ejemplo algunas de las producciones de Mel Brooks o Woody Allen.

Por si te animan las historias bélicas, te sugiero esta curiosa producción: Fail-safe (2000).