He leído por ahí (cosas de teatro y cine, quién puede saberlo) que toda buena historia gira en torno a un conflicto. Aunque las variantes son infinitas, los conflictos básicos son unos pocos.
Se me ocurre por ejemplo el caso del hombre bueno cuya familia sufre de pronto una tragedia (Pepe el Toro en Nosotros los pobres). Se pregunta entonces si la vida es justa, si su proceder honesto vale la pena. Y ahora, ¿qué hará? ¿se dejará vencer? ¿huirá? ¿pagará con la misma moneda?
Tenemos también el dilema del sistema judicial, presionado por la ley a liberar a un reconocido criminal porque carece de las pruebas formales. O al revés, que descubre que tiene al inocente y que liberarlo implica que el pueblo pierda la confianza en el sistema (Sacco y Vanzetti). Una variante, también de la vida real, es el dilema de Rommel de quitarse la vida con honor, dejando a salvo el nombre del Führer, o rebelarse, poniendo en peligro a su familia, sabiendo que de cualquier forma morirá.
O están las campañas de liberación en las que su costo excede la del objeto liberado (Rescatando al soldado Ryan).
Y está el sacrificio de los kamikaze que mueren para que la vida sea posible.
Las fuentes del conflicto son la vida, el amor, el honor, la verdad, la justicia, el poder y otras pocas más. Y en esencia se trata de elegir, en decidir cómo se han de resolver el o los dilemas que han creado las propias personas, las circunstancias, la naturaleza o la dimensión sobrenatural en la que se crea.
Pienso que las buenas historias que nos cuentan en el cine intentan o hacernos reflexionar en torno a la naturaleza del conflicto, aunque no sea resuelto o su resolución sea secundaria (El séptimo sello, Platoon) o narrarnos el proceso de resolución, que desconocemos (Sexto sentido, El bueno, el malo y el feo) o llevarnos hasta recuperar de nuevo el equilibrio con un buen final, aunque conozcamos o adivinemos el proceso (Deep impact).
Las malas historias, por consiguiente, no tienen o no plantean bien el conflicto, el dilema a resolver. Y es que aunque lo haya el espectador no se siente parte de él, le resulta intrascendente o inverosímil. Hollywood tiene n películas como esas. De las recientes tenemos Shooter, cuya línea argumentativa es tan predecible que uno puede avanzar tramos de 5, 10 o 15' sin perderse nada. El drama del protagonista no es sicológico sino propagandóstico; no hay una reflexión mínima en torno al pozo en el que ha caído y su escape de él carece de verosimilitud. Igual que 300, la película se sostiene sólo por el frenesí de la acción y la llegada de los créditos finales es un alivio.
Claro, no todas acaban en dramas o tragedias. Ahí tienes por ejemplo algunas de las producciones de Mel Brooks o Woody Allen.
Por si te animan las historias bélicas, te sugiero esta curiosa producción: Fail-safe (2000).
1 comentario:
Sí, muy de acuerdo... Después de todos las antiguas tragedias griegas que ponían al hombre en un dilema, aceptar su destino o ir en contra de él sabiendo de antemano los resultados siguen siendo el parámetro para las buenas historias...
Para mí una buena historia es la tortura mental que sufre Raskolnikov en Crimen y Castigo. Las razones que se da a si mismo durante toda la novela para justificar sus actos y finalmente, cuando acepta las consecuencias de sus actos y siente remordimientos aceptando el perdón, que en este caso es personificado por Sonia.
Una buena historia que contar...
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