19 junio 2007

La otredad a milímetros de la cursilería

Hace días me vinieron a la memoria esos versos de Octavio Paz que le sirvieron a Benedetti como epígrafe para unos de sus poemas publicado en Inventario, que dicen:
Para que pueda ser, he de ser otro
salir de mí y buscarme entre los otros
los otros que no son si yo no existo
los otros que me dan plena existencia
Y me dije, pues daré algunos teclazos comentándolos. Pero antes me puse a goglear para tener más info del caso y que me encuentro el blog de un paisano que se me había adelantado. Y se le agradece, porque su post está infamemente cursi y mis líneas iban directo a caer al mismo despeñadero. Cierto que, como también dice Benedetti, ser cursi es andar con el corazón en la mano, pero ahora podría decirse que es andar con el blog en la mano, faltaba más.

Entonces estaba en un dilema, ¿cómo comentar acerca de la otredad sin caer en los lugares comunes de ese pobre compañero blogeador? Aquí enfrento la prueba, a ver qué tal. lo hago con un episodio que tuvo lugar hace cerca de 10 años. Parece que no, pero está relacionado con lo que vengo diciendo.

Pues bien, sucede que luego de trabajar en el DF vine a MMorelos y me instalé con mi familia en lo que entonces era una colonia nueva al sur de esta pequeña ciudad del norte de México. A los pocos días tocó a la puerta un vecino, dándonos la bienvenida al barrio y poniéndose a la orden; yo hice lo propio. Los hijos comenzaron a llevarse con los vecinitos (no mucho porque estaban muy pequeños los míos) y yo saludaba una vez sí y muchas no a quienes me encontraba. ¡Hasta me invitaron a una piñata decembrina en la calle! Yo supuse que había salido suficiente de mi encierro, de manera que andando por la calle podía pasar por gente común y corriente; buena gente, vaya. No que me importara realmente, pero es que la paz tiene su costo.

Todo iba bien hasta que un día alguien deslizó una nota por debajo de la puerta. Agria y con exceso de desilusión nos describía como pésimos vecinos, engreídos y maleducados, que no saludábamos, que no aportábamos nada a la buena atmósfera del lugar y otras lindezas que ya olvidé. Claro que me reí a mis anchas de lo que me pareció francamente infantil. Y lo bueno es que nunca supe quién fue el autor.

Quizás ese otro, el remitente, creyó que sólo había una especie de personas, las del jolgorio, las de la multitud que celebran todas las fiestas imaginables e incluso las imaginarias (y mejor si son promovidas por la señora tevé), las que necesariamente te saludan y dedican 20 o 30 minutos a hablar del clima y el precio de la leche. Pero yo, que estoy más que firme en mi vocación de uraño no me di por aludido (más bien, admití que soy todo lo que decía la hoja, pero que en todo caso era un argumento en favor de mi libertad de ser como se quisiera).

A pesar de todo, ya sé que el otro cuenta, y que más vale prestarle algo de atención. Puedes no estar de acuerdo con las reglas sociales, pero al menos debes evitar las fricciones (la paz cuesta, insisto). Y lo mejor para el caso son los buenos modales. Eso me quedó más que claro cuando me casé. Ya sabes que uno no se casa con una persona sino con toda su familia, te haces nudo de otra red que tira en sentidos que nunca te propusiste. De pronto te encuentras asistiendo a eventos a los que nunca quisiste ir, haciendo migas con gente de variedades antes desconocidas, ¡y hasta comiendo potajes extrañísimos!

Y entonces, no importa que seas el tipo más cínico o miserable del mundo, descubres que más vale que le concedas algo de margen al otro, para que la atmósfera no se envicie y pueda aún respirarse. Con frecuencia, oh sorpresa, hasta te das cuenta de que las cosas pueden ser disfrutables. Después de todo hay potajes exóticos que pueden resultar celestiales.

Espero nunca llegar a ser una personalidad hallmark (¡oh, el cielo me libre, sí!), pero deveras que intento ser un pedante más tragable.

4 comentarios:

CVN dijo...

Totalmente de acuerdo, en lo personal disfruto mucho de la privacida de mi casa y de mis espacios...muy al contrario de mi esposa, que es toda socialidad...yo prefiero de de gozar de tener un perfil + uraño....y despues de un tiempo mi esposa me ha vuelto + social y yo la he vuelto + uraña....Para eso son los matrimonios que no... ?

figne alberto dijo...

Jaja, menuda complicación en la que uno se mete, ¿verdad? Pero, entonces, ¿será que uraña+uraño=ogros del pantano? O, ¿sociable+sociable=carnaval de río?
En fin, ¿habrá una ley de los signos en esto?

Unknown dijo...

interesante cuestion la q planteas.. pero si de algo estoy convencido es q Dios no nos hizo hermitaños sino al contrario.

Y me refiero q aunq la tolerancia y respeto a uno ser como le de la gana, es cuando nos vemos necesitados a convivir con los demás donde desarrollamos habilidades como la paciencia, escuchar, etc. las desarrollamos.. y el matrimonio es la graduación ante tal desafío jaja..

figne alberto dijo...

dabidjgc, dices que Dios nos hizo lo contrario de hermitaños. ¿Y qué es lo contrario? Un tañohermi, jaja. Bueno, no creo que la discusión sea si convivimos o no, sino el estilo social que nos queda mejor... ¿que el matrimonio es la graduación? Sin duda, y no te pone a prueba sólo tu familia sino la familia política.