20 abril 2009

iglesia-familia

Algunos han cometido el error de ver la iglesia como un club. Se entra a él cubriendo los requisitos y se obtienen beneficios por fidelidad a las reglas. La falta de cumplimiento, entonces, anula esos beneficios y puede llevar incluso a la pérdida de membresía.
La idea del club está relacionada muy estrechamente con la primacía de las reglas.
Otros, queriendo suavizar la imagen, sugieren otra equivocada: que la iglesia es como un hospital. Eso suena horrendo porque nadie va por gusto a un hospital y si llegas para que te curen, sólo estás pensando en cuándo podrás irte. Ahí todo es tan blanco, tan pulcro; hay poco color y escándalo. Tan es así que cuando te visitan te llevan flores, como para recordarte todo lo bueno que hay afuera y que te está esperando.
La idea del hospital deriva del concepto de que estamos enfermos y que nos hace falta sólo un ajuste para volver a la normalidad.
La mejor imagen para explicar la idea de iglesia, según se ve en la Biblia, es la familia. En realidad puede decirse que es más que una imagen, porque la iglesia es en efecto una familia. Tiene hijos que se fueron, que renegaron de la sangre y la parentela y Dios, el padre, procura recuperarlos mientras al mismo tiempo mantiene a salvo al resto de la familia. Cuando halla a los extraviados que quieren volver los adopta, los hace hijos otra vez. Suena lógico que Dios sea un padre y nosotros hermanos.
Las familias tienen reglas; se supone que son buenas, que todos las conocen y que conviene seguirlas. Pero la familia se funda en la relación de sus miembros, no en esas reglas. Sin reglas puede haber familia (con problemas, pero la hay), pero sin relaciones no. Éstas justifican aquéllas. En la práctica las reglas sirven para poner un marco de desarrollo sano a las relaciones.
Ilustremos.
La adolescencia es una etapa que pone a prueba este esquema. Se me ocurren tres elementos que ayudan a que padres e hijos no sólo sobrevivan a la etapa sino que la disfruten y le saquen provecho: confianza, respeto y diálogo. Son esenciales cuando hay crisis y cuando no (pocas veces en la adolescencia) y lo curioso es que no se establecen en esa etapa sino antes, mucho antes.
Da la impresión de que la crisis se resume a un desafío de las reglas. Los hijos que crecen cuestionan el orden de las cosas y buscan alternativas. Yo creo, sin embargo, que es una crisis de relación. Se trata de probar si los lazos aguantarán la embestida y si valen la pena. Y pasan la prueba cuando están fundados en el amor y son capaces de inspirar confianza, basarse en el respeto y acudir siempre al diálogo.
Cuando no hay una relación sólida y las reglas son sinónimo de obediencia o disciplina no se puede esperar sino fricciones continuas, desconfianza mutua y, frecuentemente, rupturas dolorosas.
Es exactamente lo que ocurre con la iglesia-familia, que como organismo vivo crece, se multiplica y sufre dolores en su desarrollo. Hacer énfasis en las reglas produce conciencias culpables pero no cohesión. En cambio, hacer énfasis en las buenas relaciones produce anhelos y determinaciones.
Me niego a exponer como obligatoria una norma y una doctrina a quien no me interesa. Porque corro el riesgo de que la acepte, de que se haga miembro de mi club y me incomode de ahí en adelante. Sólo puede funcionar si considero a esa persona mi pariente posible y lo trato como tal.

4 comentarios:

Israel Calderón dijo...

Buen punto de vista, la vea siempre lo veia como un hospital pero nunca imagine que pasa cuando te sientes curado...

figne alberto dijo...

ya ves cómo se meten en la mente las ideas tradicionales, hasta que uno cree que así son y serán las cosas... aunque descubrir la verdad es tan sencillo como ir a un hospital a probar, jiji

Anónimo dijo...

Lo mismo pensé con lo del hospital... lo de la familia es hermoso, aunque no faltan lo que preferirían ser tíos lejanos... Gracias a nueestro querido papá por darnos una familia con la cual aprender de su amor y por qué no, con la cual discutir ( y hasta pelear como hermanos) de vez en cuando

figne alberto dijo...

@nana: eso de los tíos lejanos está chistoso, jiji... pero a la vez qué tragedia :S
ni hablar, jalamos con los hermanos y primos que quieran, ¿no?