16 noviembre 2009

El hipotético planeta pequeño con 15 o menos habitantes que reveló la intersección feliz de la hijedad y la paternidad

En estos días mi hija y yo tuvimos una de esas charlas padre-hija, de las que calan y fundan futuros venturosos.

Hablamos de un planeta pequeño (idea de ella) donde no puede haber más de 15 habitantes a la vez. Todo habría comenzado con una pareja que procreaba un hijo cada año, de diferente género, que serían fértiles llegados a los 20 años. Omitiendo el problema de la endogamia y el perfil incestuoso del modelo planteado, propusimos que se irían formando nuevas parejas que procrearían igualmente un hijo cada año, fértil a partir de los 20 años. Sin embargo, puesto que el planeta no puede albergar más de 15 habitantes simultáneamente, ella agregó al modelo un láser que eliminaba los excedentes.

Entonces surgió la gran pregunta, la que nos consumió la mayor parte del tiempo.

Antes, algo de contexto.

Nació en medio del otoño dos semanas antes de cambiarnos a un pueblo de inviernos rigurosos. Muy pequeña dormía acurrucada y abrigada entre su madre y yo. Aunque siempre tuvo su cama y luego su cuarto, con frecuencia volvía a reclamar su espacio en el nido. Bueno, nomás arribar a la adolescencia pareció olvidar el calor que disfrutaba y como que renegaba de sus asaltos de la infancia. Pero cada tanto vuelve a la carga y con todo y su matrícula universitaria sin ruegos ni miramientos simplemente se posa en la cama, roba casi toda una almohada y en medio de la noche, la luz apagada, le receta a sus padres su hablar interminable y la amenaza de quedarse a dormir con nosotros, para lo cual secuestra un trozo generoso de cama.

Ahora entiendes el escenario de la charla, que se quedó en que surgió la gran pregunta (su madre había perdido el interés en la cuestión casi desde el principio, porque esos ejercicios le parecen más dignos de extraterrestres ociosos; y puede que tenga razón).

La hija pensó que podría llegar un momento en que el láser-control-natal podría acabar eliminando una cantidad espantosa de gente. Tras un poco de discusión la tranquilicé diciéndole que, dado que en cualquier instante no habría más de 15 habitantes, nunca podrían formarse más de 7 parejas (en un modelo monógamo y de géneros en números similares, por supuesto) y nunca habría más de 7 nacimientos. Luego entonces, lo más que tendría que hacer el láser sería eliminar 7 seres al año, lo cual suena bastante decente.

Ambos quedamos conformes con la conclusión. El tiempo había volado, era muy tarde. Se fue a dormir a su habitación. Nos quedó la sensación de que había sido un rato bien aprovechado y la mar de divertido.

3 comentarios:

Zaraí dijo...

pero por qué eliminar con el láser, por qué no hacer otro planetita a un lado y poner ahi a los excedentes? supongo que eliminaban a los más viejos no? Me encantó leer esto, me recordó mi infancia y la lucha greco-romana de dormir con mis papás, lo confieso, cada vez que voy de visita a casa (qué feo solo soy visista ya) soborno a mi papá para que me preste a mi ma toda una noche. Oh qué sería sin el dormir tranquilo a un lado de un regazo tan dulce como el de mamá y papá.

figne alberto dijo...

ajá, otra que vuelve al nido ¡¡es plaga o qué??

Zaraí dijo...

jajja no lo creo ehh