01 junio 2009

Construcción de una iglesia

Para Vértice

Quisiera intentar una presentación visual para comunicarme con ustedes. De hecho, inicié el intento, pero soy tan malo y tan lento que acabaría por abollar las ideas.
Mejor con palabras, de esas de barro que conozco, que se llevan bien conmigo y se dejan moldear.
El tema es la Iglesia Vértice. Y dice así…

El propósito de Dios siempre ha sido reunir a su iglesia, la de arriba y la de abajo. Para ello ha asumido el enorme pero didáctico riesgo de confiarnos parte del trabajo: la iglesia de abajo. De eso se trata, de edificar la iglesia, levantar sus paredes y techo, alfombrar su piso y mantener sus puertas y ventanas abiertas para que entre gente y frescura.
La iglesia no es un hospital, por supuesto que no. Es más bien un hogar y una escuela, lugar de futuros y de nostalgias. Es la casa de Dios, ni más ni menos.

En el camino a la iglesia hay, lamentablemente, dos enormes obstáculos: la tradición y la ignorancia. La primera es una telaraña sutil que se ha ido tejiendo con el tiempo; todos somos un poco culpables de sus vicios y también todos somos un poco responsables de sus virtudes. Lo bueno de la tradición es que es un punto de referencia y nos recuerda la necesidad de ritos. Lo malo es que con el tiempo acaba creyéndose infalible e impide la renovación.
Sólo hay una fórmula para desintoxicarse de tradición: desaprender. Da un poco de miedo arrojarse a lo incierto, quitar el pie del muelle firme para saltar a la lanchita que se bambolea en el agua. Pero no hay otra forma: desaprender. Eso quiere decir que agradecemos el pasado glorioso pero lo dejamos ahí, en el pasado, y nos proponemos asumir que hay más, mucho más, y que las respuestas de antes pueden ser cuestionadas.
La segunda pared que se interpone en el camino a la iglesia es la ignorancia. Porque, admitámoslo, no sabemos; así de simple, no sabemos. Cómo se hace una iglesia, cómo se leen los planos, cómo se interpreta la voluntad de Dios, ingeniero infalible… no sabemos.
En parte es culpa de la tradición. Como dábamos por sentado que las respuestas eran ciertas, no nos tomamos la molestia de aprender a buscar otras. Olvidamos cómo leer, cómo reflexionar, cómo pensar. ¿Para qué si el líder en turno tenía la solución? Qué importa de dónde la sacó y cómo, bastaba con saber el rumbo.
Eso funcionaba cuando la comunidad era un ranchito y las veredas pocas, poquísimas. En cambio hoy, el rumbo que hay que tomar es una maraña de opciones, las mentes se han abierto, la información está ahí. Las señales de los tiempos brillan intermitentes como neón retro. Pues hay que aprender. Aunque cueste y lleve tiempo, hay que dedicarse a aprender a aprender. ¿Cuánto? Hasta que todos encuentren por sí mismos la voluntad de Dios. Ya no más fe prestada y argumentos infalibles del recetario. Ahora hay que estudiar y pensar por uno mismo.

Y pasados esos obstáculos, ¿podemos comenzar la edificación? No, aún no. Ante el terreno listo para la construcción nos topamos con que nos faltan recursos y técnica.
Con lo primero quiero decir que nunca hay tiempo suficiente, ni gente ni dinero ni de todo. Parece que la misión de Jesús siempre debe llevarse a cabo en el límite de los recursos. Como es cosa de fe, más vale hacernos a la idea y dejar de angustiarnos. Los recursos siempre se completan justo el día de la inauguración, por lo tanto los planes deben contemplar déficit y compensarse con ánimo. Es más, es imposible sin buen ánimo.
Con técnica quiero decir que también carecemos de talentos y habilidades en la medida justa. La proporción de ineptos siempre es altísima y por lo general las tareas las comienzan los que ni saben ni pueden ni les resulta. Esto no quiere decir, como hacen algunos, que nos resignemos a la mediocridad, dado que no tenemos el don natural. Al contrario, es un aliciente para buscar a los talentosos, llamarlos y prepararlos.
Al principio se puede uno dar el lujo de prescindir de los especialistas. Pero uno tiene que buscar ser un profesional y hacer todo con la excelencia que Dios requería en el santuario israelita.
Pero, ¿qué hacemos si el talentoso no quiere? Querrá otro, vendrá otro; te digo que es cosa de fe. Por tanto, no bajes la norma.

En este proceso hay necesidad de tener a mano dos herramientas básicas del quehacer y las relaciones humanas: el diálogo y la resolución de conflictos. Resultan tan básicas que me intriga observar que no se nos educa en ellas en ningún lado. Da vergüenza, la verdad.
Y es que el mundo sería diez millones de veces mejor si supiéramos intercambiar apacible y racionalmente nuestros puntos de vista, y si tuviéramos buena práctica en resolver nuestras diferencias de manera constructiva.
Pues bien, si nadie nos enseñó, más vale que aprendamos ahora y que practiquemos constantemente, porque construir una iglesia es una tarea de años, pesada y demandante. Sólo es tolerable porque ahí está tu familia, los que amas, y sólo hay familia si hay diálogo y sabemos negociar.
Comienza, por ejemplo, por dialogar sobre cosas nimias: ¿de qué tamaño hacemos la puerta de entrada de la iglesia ideal? Dialoga de todo, en todo tiempo, con toda clase de estrategias interesantes. Sé transparente y democrático, estimula todas las voces. Y cuando surjan conflictos, nada como resolverlos con la Biblia abierta en Romanos 12 y 13.

Finalmente, hablemos de la iglesia en sí, ya no de lo que nos estorba ni de lo que nos falta para construirla.

La iglesia-familia que deseamos debe tener a Jesús en el centro. ¿Y eso qué quiere decir? La respuesta te la digo con dos palabras: Adoración y evangelismo. Adoramos reconociéndolo, dando testimonio de muchas formas, escuchando su palabra, asombrándonos con sus obras. Para saber si adoras bien observa si ocurre lo que dijo Jesús en Mateo 5: que la gente ve las buenas obras y glorifican a Dios. Y observa si pasa lo que dice Pablo hablando de dones: que la iglesia es edificada.
Como adorar implica un reconocimiento de posiciones, la iglesia que soñamos debe tener los elementos que pongan a cada quien en su lugar: él es el padre, yo el hijo. Al proponer cualquier variante litúrgica, al dar un testimonio, al enunciar una verdad descubierta, habría que preguntarse si a los demás les quedará más claro, con mi acto de adoración, que Dios es el padre, el origen y fin.
La contraparte es el evangelismo. No el institucional, el de números y estrategias administrativas, sino el vivencial, el de contacto, el que comienza y termina con tu persona involucrada, no con el esquema de testificación genérica.
La iglesia debe buscar o abrir espacios para compartir, para decirle a otros como nosotros, que hay un camino y que recorrerlo es placentero. La intención, la experiencia y el estilo personal son primero; la estrategia, el material prefabricado, los discursos hechos puede ser que vayan después.
El modelo es la iglesia primitiva y el paradigma es el ex endemoniado gadareno.

Una iglesia como ésta debe estar fundada en la Palabra y techada con las buenas relaciones humanas. Doctrina y corazón, podríamos decir. La Biblia para no extraviarse y el afecto de los hermanos para no desanimarse.
Como era al principio, el centro de la iglesia es el estudio de la Biblia y el estrechamiento de los lazos, lo cual debe reflejarse en la inversión de tiempo y energía. Si tuviera que elegirse entre pocas opciones, hay que escoger la Palabra y la comunión. Justo lo que hizo Jesús durante su ministerio.

Noten que omito la palabra programa. Es que la iglesia no es un sitio de eventos. Debe ser un lugar de encuentros, un punto de referencia con sabor a hogar, trascendente, fundamental, emocionalmente vivo y nutricio.

Ya está dicho, ahora, a construir.

2 comentarios:

Lalo dijo...

Muy bueno, inspirador al alma!!!

Construir,aprender a aprender, familia, lazos, miembros, amor, Jesús.

El vinculo afectivo en una relacion, el apego, diria Bowlby. Ahi la clave de la necesidad de constructos, puentes, redes con ese contenido afectuso , ke te hagan navegar por lo espacios imaginables, y alos mas cercanos, el suelo donde pisan tu zapatos.

No es facil despedirse de el vientre materno, pero ke lindo es poder correr,y nadar, una rica sopita de letras...

Como fue esa primera relacion diria por ahi alguien, la cual te dio los patrones para navegar o en dado caso estar estancado como gatito asustado en la rama de un arbol.

La invitacion sera, acaso que Dios ya sabe, ke necesitamos ser disicipulos, dejar todo y seguirle, y bueno tendremos ke saltar de la rama no creen, si es ke ya la viste,o solo te dedicas a ver paja ajena, ajjaja.

Bueno humillemonos, no es ke seamos monos,para andar entre ramas, pero es el llamado de
ke su Espiritu SAnto,sea la red, el puente el vinculo, ke nos marca como hijos, principes,y nos lleva a imagen y semejanza de Jesús.

Ya los sueño a todos en el paraiso, volando de planeta en planeta.

Por lo pronto los seguire viendo en planeta tierra, ke bendicion.

Anónimo dijo...

Muy bueno Fiñee!! =)Concuerdo con todo lo que dice, pero resalto en especial esta frase
"Al proponer cualquier variante litúrgica, al dar un testimonio, al enunciar una verdad descubierta, habría que preguntarse si a los demás les quedará más claro, con mi acto de adoración, que Dios es el padre, el origen y fin."

El debate es esencial y no perder el centro. Esforzarse y poner todo en las manos de Dios, prometiéndote a ti mismo que al atraer a otros a Jesús lo harás con el corazón, como él nos enseñó, a través del amor y no con reglas o críticas que lastimen. Nos toca sembrar, al padre le toca el fruto que provoque esa semilla.

Muy cierto, profundo y conmovedor =D