02 febrero 2008

Justicia para el pasado

Leí de una disputa entre Alemania y Polonia por la posesión de una partitura de Mozart (La Jornada). En el fondo del asunto se encuentra el resentimiento de un pueblo que perdió millones de vidas y, relacionadas con este caso en particular, miles de obras de arte.

Estos pleitos son comunes (véase también en La Jornada la historia de "nuestro" penacho) y son un fiel reflejo de las complicaciones de los tiempos modernos. Es que se trata de ser políticamente correctos al hablar de trofeos de guerra, de guerras en las que, claro, todos tenemos una posición definida.

Alemania y Polonia están en paz, por encimita, porque algunas cicatrices son demasiado prominentes para que funcione, incluso, mirar a otro lado.

Ahora bien, supongamos que como en plena unidad, en un ejercicio de contrición, los alemanes acordaran compensar a sus antiguos enemigos. ¿Qué podrían hacer? ¿qué podrían dar? Si donaran miles de piezas de arte propias, las mismas seguirían siendo alemanas, sin importar dónde se guarden. Si mataran a 6 millones de conciudadanos para pagar ojo por ojo cada muerto polaco, seguirían así, muertos.

Por otro lado, ¿qué implica que uno tenga en su museo una pieza de otra nación? (nada que ver con los tesoros egipcios que pepenaron los ingleses a manos llenas). Quizás alguna pequeña ventaja académica, comercial y, especialmente, mediática. Así que, en términos prácticos hasta sería una lata hacerse cargo del resguardo seguro y la preservación a largo plazo de una obra muy reconocida. Porque esas cosas cuesta mantenerlas y ponen nerviosos a los encargados de la seguridad.

Y el pleito es más común de lo que parece. Ocurre desde la infancia. Tu hermano te la ha hecho, lo acusas con tu mamá, ella lo regaña o le pega, y tú disfrutas el momento. Puede no haber habido restitución (no siempre se puede), pero hubo venganza, humillaste al otro, probaste que puedes, y el poder es deleitoso y marea.

Quizá eso realmente quieren los polacos. Podrían entregar la partitura en cuestión si hacerlo les garantizara que los germanos se humillarán, que quedarán en vergüenza. Pero vaya manera de subsanar el pasado, ¡jodiendo el presente!