27 enero 2009

Duermevela

Dos hielos en mi te, por favor; que se enfríe un poco más rápido, pero que dure la tibieza.

En la infancia compraba medias naranjas en el recreo; no, no las compraba, mi memoria me engaña, nunca tuve dinero para semejante lujo.

Los muchachos de quinto año eran mucho más grandes. Rezagados de otras escuelas, habiendo perdido varios años, se sabían intimidantes;. Ellos ya lucían algún mostacho, ellas algunas curvas. Yo tenía 10 años y me protegía mi inusual cabello largo y la inteligencia, que no me alcanzaba para entender todo lo que veía y oía.

Ahora era su voz espantosa; vuelve al comienzo el ciclo. Las paredes pegajosas, qué asco; cállate, por favor, cállate, déjame salir. No es como si me ahogara, sino como un vértigo. Recomienza el ciclo.

-Más te, ¿joven?
-No, gracias; aún no logro enfriarlo del todo.
-¿Se le ofrece algo más?
-Dos hielos en mi te...

Siempre le gano al adversario cuando lo imagino. Con una argumentación irrebatible me impongo y él humilde lo acepta. Es como gritarle: "¡Ja!", pero con elegancia.

-Más te, ¿joven?
-No, gracias; aún no logro, aún no logro, aún no logro, aún no logro, aún no logro.
-¿Se le ofrece algo más?
-¿Qué más se puede desear?

Se me acerca la enfermera de turno; no necesita tomar mis signos. Se vuelve a ella, la mujer vigilante de rostro casi blanco, casi de papel, ojeroso, que me limpia el sudor de la frente cada tanto. Y le dice: "Sigue delirando, ¿verdad?". "Sí", responde ella, sin quitar la vista del sudor que vuelve a la frente que se agita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aún me suena tan complejo, pero me parece super que escribas así, dejas al horizonte las incógnitas para que uno mismo las resuelva.

Un abrazo figne.
sigue sigue!...
arriba pitch!!!!!!