10 marzo 2009

Vigilias

Como lo han hecho y lo harán en el futuro todos los niños, también me ocurrió que despertaba en las noches. El silencio completo, la oscuridad y la sorpresa de estar despierto en la quietud de la madrugada son para asustar a cualquiera.

Mis ojos de niño adivinaban horripilantes monstruos en los rincones y fantasmas espantosos a punto de saltar sobre mí. Afortunadamente un bendito sueño nos arrebata pronto y pasamos indemnes el sobresalto nocturno.

Pero sucedió que en una de ésas preferí correr a la cama de mi mamá. Adormilada me recibió y me hizo espacio. Me acurruqué en un instante y sentí que me hundía entre colchas y esa cama blanda. Tal vez por eso no pude dormirme. Probé una posición y luego otra y otra. Sin la menor preocupación la pasé revolviéndome largo rato... hasta que una voz firme y fuerte sonó:

—¡Ya estáte quieto! ¡pareces un gusano! ¡no te muevas!

La voz enfadada de mi mamá me congeló. Y produjo magia también; en ese instante descubrí que había quedado quieto en una postura cómoda y placentera.

Casi al instante me sumí en un profundo sueño.

3 comentarios:

Zaraí dijo...

el calor de mamá que más tarde todos odiamos, pero que lindo es contar con esos brazos, esa cama y esa voz firme que nos hace caer en la realidad de dormir o despertar a la hora necesaria.

Israel Calderón dijo...

El que nuestra madre nos diga eso, en lugar de hacernos enojar debe ser algo confortante conocer que ella sabe que estamos alli, nos ada seguridad

figne alberto dijo...

cuando nació mi hija, mi 'amá estaba en España; allá recibió la noticia de que acababa de convertirse en abuela; entonces un compañero periodista comenzó a cantarle la de cri-cri: "di por qué, dime abuelita"... ella estaba feliz.

ya no le debo nada a mi madre, nada; todas mis deudas se trasladaron a esa hija (que me ha cobrado con creces). un día ella pagará el arrullo en mi cama blanda con sus pequeños.

así es la vida, y estoy conforme